Cómo la TCC redefinió nuestro entendimiento de la psicología

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Demos un pequeño salto al pasado para averiguar quién estuvo en los orígenes de la terapia cognitivo-conductual y por qué el propio Sigmund Freud se vio envuelto en el asunto, como si no pudiera quedarse tranquilamente en su sillón con su pipa.

No profundizaremos en fechas ni datos concretos.

Si después de nuestro relato quiere conocer toda la historia con mayor exactitud y detalle, basta con que consulte Wikipedia.

Aaron Beck, la futura estrella de la psicología, nació en 1921.

En su infancia, era ese niño tímido que enfermaba constantemente y sentía pánico de los médicos (irónico, ¿verdad?).

Pero en lugar de esconderse de sus miedos, decidió enfrentarlos: ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale y más adelante se especializó en psiquiatría.

"Un clavo saca otro clavo", habrá pensado el joven Aaron, luchando contra su fobia a la sangre mientras pasaba tiempo en el quirófano.

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Al principio, Beck, como todo buen psiquiatra de su época, se entusiasmó con el psicoanálisis.

Pero pronto se dio cuenta de que ahondar en traumas infantiles era como buscar llaves perdidas debajo de una farola solo porque hay más luz, y no donde realmente se cayeron.

A Beck le gustaban la exactitud y las evidencias, no las teorías abstractas de Freud.

Alguien tan renombrado y famoso como Freud no necesita presentación, pero recordemos los principios fundamentales del psicoanálisis:

Se presta especial atención a los procesos inconscientes y a las experiencias infantiles.

Los psicoanalistas investigan traumas pasados, conflictos y dinámicas relacionales para comprender cómo influyen en los problemas actuales.

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El psicoanálisis es cuando pagas 35 dólares la hora para quejarte de ti mismo.

Robert Orben

Una forma de terapia libre en la que el paciente habla de sus pensamientos y sentimientos, mientras el terapeuta interpreta motivos inconscientes.

Las sesiones pueden prolongarse varios años.

Sostiene que muchas de nuestras acciones están determinadas por procesos inconscientes a menudo vinculados a deseos reprimidos y conflictos internos.

«Un gran error considerar que las raíces de los problemas psicológicos deben buscarse en experiencias de la niñez», — escribió Beck.

«Es mucho más relevante entender qué sucede actualmente en la vida de la persona, cómo se percibe a sí misma y al mundo que la rodea, y de qué manera piensa».

Los seguidores de Freud creían que la depresión era consecuencia de la ira dirigida hacia uno mismo.

Sin embargo, en la década de 1960, mientras trabajaba con pacientes que padecían depresión, Beck notó que muchos compartían pensamientos negativos similares: “soy un fracasado”, “nadie me quiere”, “el mundo es un lugar horrible”.

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Aaron Beck tomó un dogma centenario, descubrió que no resistía la crítica e ideó algo sencillo, duradero y eficaz para sustituirlo. En cierto modo, salvó la psicoterapia de sí misma.

Steven Hollon

Estas ideas, como un disco rayado, envenenaban sus vidas.

Empezó a preguntarse: ¿y si esos pensamientos no eran solo efectos secundarios de su estado, sino la causa principal?

En lugar de limitarse a hablar de sus traumas infantiles, decidió intentar cambiar su forma de pensar.

Beck llevó a cabo numerosos estudios que confirmaron su hipótesis.

Diseñó pruebas y cuestionarios especiales para detectar esos pensamientos automáticos negativos y, más tarde, la terapia cognitiva, que enseñaba a los pacientes a identificar y cuestionar sus creencias negativas.

Después, Beck incorporó técnicas conductuales a la terapia cognitiva, y así nació la TCC, la terapia cognitivo-conductual.

Beck animaba a los pacientes a centrarse en sus creencias negativas en la vida cotidiana, en lugar de enfocarse en conflictos de la infancia.

Usaba técnicas prácticas para ayudar a las personas a reconocer y transformar sus pensamientos destructivos.

Por ejemplo, les proponía llevar un diario donde registraban sus pensamientos negativos y los analizaban.

Esto les permitía ver con qué frecuencia distorsionaban la realidad y cómo ello afectaba a su estado emocional.

A diferencia de los largos procesos psicoanalíticos, que podían durar años, las sesiones de Beck no superaban los 12 meses y resultaban asombrosamente efectivas.

En una entrevista, Beck confesó: «Al abandonar el método de Freud, enseguida sentí preocupación por mi situación económica.

Tras diez sesiones, mis clientes me decían: “¡Doctor, gracias!

He empezado a ver la vida de otro modo y a pensar de forma distinta sobre mí y los que me rodean.

Ya no necesito su ayuda!” Y se marchaban agradecidos, mientras mis ingresos empeoraban».

No obstante, su inquietud pronto se disipó.

La terapia cognitiva, que permitía a las personas superar la depresión rápidamente y encontrar soluciones a sus problemas, lo hizo tan popular que dejó de preocuparse por su situación económica.

El método se difundió de manera vertiginosa y, a comienzos de los 90, acudir a un psicólogo cognitivo se puso tan de moda como practicar yoga.

Por supuesto, el psicoanálisis y otros métodos psicoterapéuticos no desaparecieron.

Cada persona es única y no existe un único enfoque que funcione para todos.

Muchos psicólogos y psiquiatras contemporáneos emplean métodos integradores, combinando elementos del psicoanálisis con otras técnicas.

No obstante, hoy en día la TCC se considera uno de los enfoques más investigados y contrastados.

Se utiliza ampliamente en todo el mundo, y el apellido de Beck se ha convertido en un referente entre los especialistas en psicología.

Sus ideas siguen inspirando a una nueva generación de psicoterapeutas que se esfuerzan por ayudar a las personas a gestionar sus conflictos internos y a encontrar modos más saludables de relacionarse con el mundo.

Ahora que sabe un poco más sobre su historia, invito a quienes tengan interés a seguir profundizando por su cuenta.

A los demás, ¡los animo a continuar conmigo!

Realmente valoramos la TCC (y no son solo palabras).

Sin embargo, en nuestro trabajo nos basamos en un enfoque científico, y todas las técnicas que proponemos están fundamentadas en datos comprobados.

Así que la próxima sección estará dedicada a las pruebas de la eficacia del método.

¡Prepárese para los números!

¡Queda usted advertido!

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